
PAISAJES [2010—2011]
Sin Título (2010)
50x60 cm • Acrílico sobre hardboard
En 2011 hice una muestra en Krass. Reaparecía la idea del bien y el mal, esta vez usando la imagen del paisaje, yendo de un lugar soleado, idílico y sin nubes, al sitio nublado, la lluvia, la tormenta y el arco iris.
Quien escribió el texto en esa oportunidad fue el semiólogo y crítico de arte Edgardo Donoso: En el arte contemporáneo tenemos la impresión que se nos señala como relevante de una producción artística el mundo de relaciones que la obra suscita. Es importante, entonces, que el espectador esté preparado. Fundamentalmente llevar el hilo de Ariadna encima, pues sus ojos no podrán guiarlo siempre (incluso sería una suerte para el minotauro que alguien considere las obras de Norberto Moretti como meros paisajes).
¿Qué nos devuelve a nuestra mirada esta multiplicidad de reflejos que se asemejan a paisajes de un mismo entorno?, donde solo la luz y el clima marcan un tiempo, un cambio (y en esto se hace pertinente la metáfora del laberinto). Cada obra parece el parpadeo de un
protagonista cernido en la sospecha y en un clima de desasosiego. Cae la tarde, como advenimiento de la noche. En «El arte de la guerra» de SunTzu, esto se conecta con la nostalgia de lo familiar, con el deseo del regreso a casa.
Desde el refugio, como lo que permanece, se ven los movimientos del espíritu, las pasiones humanas, La lluvia nos interioriza aún más, nos suspende en una mirada sostenida, una mirada hacia adentro. Los cambios cromáticos que van de lo diurno a lo nocturno, de lo cálido a lo frío, de lo nítido a lo difuso, se recuperan nuevamente. ¿Con qué mundo podemos establecer relaciones, donde cada pintura es una ventana abierta, pero al interior de la propia experiencia?
El mundo sensible se modifica siempre, pero la obra de Norberto Moretti no habla de eso. Mejor, está atenta a lo terrible y maravilloso del «dejar de ser» que implica estar atravesado por los cambios de pensamiento, las sorprendentes respuestas sensibles y el diacrónismo de los valores éticos.
Toda la muestra se despliega como un gran texto que implica una mirada amarga sobre la naturaleza humana, al tiempo que esperanzadora del artista que proyecta lo que podría ser, sobre lo que hay.
Quien escribió el texto en esa oportunidad fue el semiólogo y crítico de arte Edgardo Donoso: En el arte contemporáneo tenemos la impresión que se nos señala como relevante de una producción artística el mundo de relaciones que la obra suscita. Es importante, entonces, que el espectador esté preparado. Fundamentalmente llevar el hilo de Ariadna encima, pues sus ojos no podrán guiarlo siempre (incluso sería una suerte para el minotauro que alguien considere las obras de Norberto Moretti como meros paisajes).
¿Qué nos devuelve a nuestra mirada esta multiplicidad de reflejos que se asemejan a paisajes de un mismo entorno?, donde solo la luz y el clima marcan un tiempo, un cambio (y en esto se hace pertinente la metáfora del laberinto). Cada obra parece el parpadeo de un
protagonista cernido en la sospecha y en un clima de desasosiego. Cae la tarde, como advenimiento de la noche. En «El arte de la guerra» de SunTzu, esto se conecta con la nostalgia de lo familiar, con el deseo del regreso a casa.
Desde el refugio, como lo que permanece, se ven los movimientos del espíritu, las pasiones humanas, La lluvia nos interioriza aún más, nos suspende en una mirada sostenida, una mirada hacia adentro. Los cambios cromáticos que van de lo diurno a lo nocturno, de lo cálido a lo frío, de lo nítido a lo difuso, se recuperan nuevamente. ¿Con qué mundo podemos establecer relaciones, donde cada pintura es una ventana abierta, pero al interior de la propia experiencia?
El mundo sensible se modifica siempre, pero la obra de Norberto Moretti no habla de eso. Mejor, está atenta a lo terrible y maravilloso del «dejar de ser» que implica estar atravesado por los cambios de pensamiento, las sorprendentes respuestas sensibles y el diacrónismo de los valores éticos.
Toda la muestra se despliega como un gran texto que implica una mirada amarga sobre la naturaleza humana, al tiempo que esperanzadora del artista que proyecta lo que podría ser, sobre lo que hay.
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